Varias editoriales, 1989
Lo
compré cuando recordé el escándalo que este libro había generado al aparecer;
el decreto de Khomeini de blasfemo y la consiguiente fatwa destinada al autor, que se hacía pasible de ser asesinado
allí donde se lo encontrara, por lo que Rushdie hubo de esconderse al menos
durante un tiempo. Sabemos de sobra que el fundamentalismo islámico no se anda
con vueltas; quizás, en este caso, no le falten motivos. El hecho de que sea un grupo de casas editoras las que se hicieran cargo de su publicación y no una sola, evidencia la seriedad de la condenación.
Todo comienza en el vuelo 420 de Air
India que cubre la ruta a Londres. Un grupo de terroristas musulmanes
secuestran el avión, toman de rehenes a cincuenta de sus pasajeros durante
ciento once días y remontan vuelo nuevamente para detonar a diez mil metros de
altura cuando el avión se encuentra cruzando el Canal de la Mancha. Entre el
pasaje se hallan Gibreel Farishta, un afamado actor de Bollywood, y Saladin Chamcha, reconocido en el medio publicitario
por su capacidad de registrar mil voces distintas en off. El primero, viaja a encontrarse con Allie Cone, la escaladora
del Everest y el gran amor de su vida, abandonándolo todo –fama, dinero,
contratos-. El segundo, retorna a su casa donde lo espera su bellísima esposa
Pamela.
Ambos resultan ser los únicos
sobrevivientes de la tragedia. A medida que caen y se acercan a tierra, sufren
una metamorfosis. A Farishta lo empieza a iluminar una tenue luz que surge de
su coronilla dándole un tinte de aureola y a Chamcha los pies se le convierten
en patas con pezuña y le nacen un par de cuernos desde la frente, en claras transmutaciones a ángel y a demonio, respectivamente. Allí se inicia entonces el derrotero de
estos dos singulares personajes por las inmediaciones de Inglaterra.
Chamcha encarna al indio emigrado, que
reniega de su origen y ve en la manera de ser inglesa, en Londres
específicamente, la máxima aspiración posible como ser humano. Con un padre en
Bombay con quien tiene un vínculo de amor/odio, intentará reconciliarse con él
al final de sus días.
Farishta, en cambio, sufre un
desdoblamiento de la personalidad. Por momentos vuelve a ser el de siempre y en
otras padece ciertas alucinaciones que lo transforman en la encarnación del
arcángel Gabriel.
El libro consta de nueve capítulos
que alternan las peripecias de los protagonistas con las ensoñaciones de
Farishta. La primera de éstas es ser el vehículo del Supremo, hablándole a
Mahound (Mahoma) sobre los versos del Corán; luego, la profeta Ayesha, quien
debido a sus visiones conduce a todo un pueblo a ahogarse en el mar de Arabia;
finalmente, acompañado de una trompeta que ejerce de Azrael, Farishta va prendiendo
fuego las calles de Londres.
Hay varios puntos sobresalientes en
esta obra. El más destacado es el entredicho que intenta minar la base de
creencia religiosa musulmana, a saber, que Gabriel pudo no haber sido quien
dictara los versos destinados al Corán al profeta Mahoma, sino que éste bien pudo
hacer que coincidiera lo supuestamente recibido del arcángel con lo que él
mismo creía que debía ser -y Rushdie se anima a más: sostiene que lo hizo para
beneficio propio-.
Luego está el remanido tema del bien
y el mal. A la envidia de Chamcha sobre la suerte de Farishta, le opone la
despótica venganza de éste debido a sus furibundos celos, de manera que Rushdie
sugiere que ambas actitudes, buenas y malas, coexisten en un mismo ser y que
nadie, ni santo ni demonio, está exento de ello. Así, un ángel puede
convertirse en demonio y viceversa.
También hay una crítica mordaz al
mesianismo fanático, capaz de sacrificar a sus fieles por el solo hecho de
seguir a un líder carismático, sin meditar su propuesta. Y tampoco deja pasar
el maltrato al que se exponen los inmigrantes de cualquier origen, detrás de
esa imagen del ‘Londres maravilloso’ cuya contracara muestra ruindad, miserias
varias y sordidez de metrópoli.
Escrito en un estilo coloquial, el
libro fluye lentamente más por la forma alternada de las historias que van y
vuelven allí donde se habían dejado –de forma de generar un itinerario
circular-, que por la densidad de su contenido. No requiere de gran
concentración para su lectura, pero sí de tener presente dónde han quedado las
escenas de cada una de ellas para tener continuidad.
Si a todo esto añadimos que en el
libro Mahoma es una suerte de oportunista, las prostitutas de la ciudad de
Jahilia toman el nombre de cada una de sus esposas, y la profeta que dirige a
sus seguidores a la muerte es homónima de su última y más querida esposa,
tendremos así una acabada idea del porqué del veredicto del ayatollah. Con esto,
Rushdie profana toda la iconografía musulmana que el fanatismo religioso
utiliza como base de dominación, dejando en claro que el poder de la religión
se basa en la ignorancia de su gente, a la que convocan en nombre de miles de
imágenes comunes, todas ellas vacías de contenido.
En suma, un libro complejo, de a
ratos entretenido, siempre con fino humor, que merece ser leído con tiempo y
que no tiene desperdicio. Entre los mejores de este 2015.