Salamandra, 2013
I.
En su momento, ni bien apareció en
las librerías, fueron varios los lectores que realizaron elogiosos comentarios
de esta novela, poniendo énfasis tanto en el estilo narrativo como en la creación
y el desarrollo de la trama, más que de los personajes. Yossi Barzilai, U-topía
y Mientras Leo son ejemplo de ello. Acallados los encomios primigenios, decidí
darle la oportunidad.
II.
¿Cómo obra el paso del tiempo en una
pareja?, ¿en qué nos vamos convirtiendo a medida que la costumbre y el hábito
de lo cotidiano se enseñorean de nuestras vidas?, ¿cuándo empezamos a dar por sentado a ese otro que convive
con nosotros? El arquitecto Vladimir (Viri) Berland y su esposa Yvonne (Nedra)
son los protagonistas de esta historia. Pertenecientes a la clase más acomodada
de Nueva York, dividen su tiempo entre Manhattan y su casa ubicada al norte, a
la vera del Hudson, acompañados por dos pequeñas hijas. No parece haber signos
de fisuras entre ellos. Sin embargo, esa vida algo superficial que alterna entre
trabajo, fiestas, reuniones sociales y paseos familiares, no es todo lo tersa y
suave que aparenta ser. La lasitud que permite la disponibilidad de recursos económicos, unida a ciertas licencias
que otorga la frecuencia del mundo laboral o del vínculo social, van formando
grietas en esa fachada inmaculada.
III.
Con una prosa rayana en el lirismo poético y
haciendo gala de cierta dosis de impresionismo
literario –el que se construye mediante hechos aparentemente triviales: una
cena, una charla entre parejas, un paseo-, Salter va dando forma a una sólida
novela que indaga en los conceptos de realización personal, responsabilidad
familiar, la fragilidad de los afectos y el peso de la soledad. Así, cada uno de
sus personajes evoluciona de manera tan distinta que, al final, resultan casi
desconocidos. Al igual que las dos caras de la diosa Juno, uno de ellos mira
hacia el pasado, hacia lo que ha sido y siente algo de nostalgia por aquello
que se perdió, mientras que el otro sólo vive el presente y enfoca el futuro, con
la fugacidad liberadora que ofrece el sentirse vivo. Entre ambos, hay varios años luz de distancia.
IV.
Respecto de los personajes, la gran
protagonista es Nedra, mucho mejor desarrollada y delineada que su marido. Como
si Salter hubiera deseado rendir una suerte de homenaje a la mujer del siglo
XX, que pasó de ser un partenaire del
hombre casado, restringida al ámbito doméstico, a ser capaz de tomar sus
propias decisiones y alcanzar un plano de igualdad de género.
En suma, un libro recomendable, que
deja mucho material para reflexionar.